Bajo pliegos de piel suave
pasea un río de lava
lleno de azúcar morena
y de flor de tilo blanca
que me enciende con su roce,
la emoción se pone en marcha.
La curva de tu cintura
vierte en el mar de la calma
los minutos de reposo
que el anochecer regala
al apoyar la cabeza
en la nube hecha de nácar
y de espliegos de tu vientre,
Entendemos sin palabras.
El anochecer verdoso
que vislumbra mi mirada,
de repente, se hace cálido
en esta media distancia
que me separa del cielo
del reflejo de tu alma
que me mira con ternura.
Y mi cabeza apoyada
en lo suave de tus muslos
al final la paz alcanza.
Aquí comienza el camino de nuevo. El presente avanza aunque yo no lo sienta y los días se consumen con la misma celeridad. Propuse recuperar los albores de los sonidos y no me considero un traídor. Así que, desafiando a todas las debilidades y deseos de desistir durante el tiempo necesario, y absorbiendo el dolor natural, doy el primer paso. Mi agradecimento infinito a quienes me siguen acompañando y desde el cielo estoy oyendo un aplauso.