Se apagaron tus luceros,
el árbol perdió sus hojas
en las noches del otoño
con los vientos de la historia.
Pinto tus ojos de luna,
las campanas ya redoblan
en la noche solitaria
con las lágrimas que brotan
de los vientos de mi pecho
de este alma que esta rota.
No me basta tu recuerdo
que se pierde entre las horas
del hastío de nostalgia,
que a la pena ya corona,
voy buscando este olvido
que a mi alivio atesora.
Tristeza, reina del mundo
de mis letras que están solas,
los luceros apagados
tu influencia descontrola,
porque crecen esas penas
bajo baños de las olas.
Tus luceros apagados
son mis lágrimas de ahora,
esparcidas por el viento
que a mi corazón destrozan
porque incluso apagados
no se van de mi memoria.

Aquí comienza el camino de nuevo. El presente avanza aunque yo no lo sienta y los días se consumen con la misma celeridad. Propuse recuperar los albores de los sonidos y no me considero un traídor. Así que, desafiando a todas las debilidades y deseos de desistir durante el tiempo necesario, y absorbiendo el dolor natural, doy el primer paso. Mi agradecimento infinito a quienes me siguen acompañando y desde el cielo estoy oyendo un aplauso.
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